Hoy, domingo 34 y último del año litúrgico, hemos celebrado la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Rey del Universo, de todo y de todos....
Pero no es este un rey que venga con la vara de mando, ordenando y dirigiendo todo.... es un Rey que viene con una corona de espinas, las que muchas veces causamos cada uno de nosotros.... es un Rey que viene sirviendo, como el Jueves Santo en que recordamos como cogiendo una toalla lavó los pies de los apóstoles.... es un Rey que cura las heridas, como sucedió con el leproso o el ciego de Jericó al que devolvió la vista... es un Rey que está con los que sufren, como cuando corrió a visitar a Marta y María que no podían soportar el dolor que les causaba la muerte de su hermano Lázaro.... es un Rey que nos alimenta, como cuando multiplicó los panes en el monte de las bienaventuranzas para dar de comer a más de de 5.000 personas en el monte de las Bienaventuranzas..... es un Rey que se entrega a cada uno de nosotros, si le acogemos, cuando se parte y se da en cada Eucaristía...
Ante esta realidad, surge en cada uno de nosotros la necesidad de tomar una decisión.... ¿queremos este Rey? ¿queremos que forme parte de nuestra vida? ¿queremos que sea el Rey de nuestra familia, de nuestros estudios, de nuestro trabajo, de nuestro nuestros deseos, de nuestros sentimientos, de nuestros proyectos, ... en definitiva de NUESTRA VIDA???
Si es así, tenemos que ser coherentes con la decisión tomada, tenemos que salir a su encuentro cada día, que sea el primero en todo, porque solo así saldremos victoriosos con nuestra familia, en nuestros estudios, en nuestro trabajo, en los deseos que más nos convengan, en nuestros sentimientos, en nuestros proyectos, .... en definitiva... en NUESTRA VIDA.